sábado

La mirada

Cada tanto me gusta recordar
O me cuesta
Me gusta acordarme de tus ojos
De cómo me miraste aquella noche
¿Cómo hubieran sido las cosas si me quedaba?
Ya no había recuerdos de ese horrible verano, sólo era un mal sueño ahora. ¿No lo crees?
Creí que todo estaba perdido. Te había perdido a vos, a Tomás, había perdido incluso lo poco que quedaba de mí. No debiste dejar que me transformara en una adicta.
No me tuviste compasión, fue como si fusilases a alguien contra una pared. ¡Parese derecho, joven, porque lo vamos a matar! Porque me van a matar…
Volví al pueblo a saldar mis deudas, las que había dejado con la gente equivocada. Ya sabés, esos que se hacen llamar “Cj-TJ”, y demás sílabas, que seguro significan poco y nada. Pero para mi era una condena firmada.
Pagué lo que tenía que pagar. Pero ahora debía buscarte a vos, a nuestro hijo, ¿Dónde te lo llevaste? ¿Acaso no soy una buena madre?
Llegué a casa, corrí al cuarto del fondo, ese donde guardamos las cosas que compramos y nunca usamos, como aquel bote para navegar por el lago. Pero también había herramientas. No tenían mucho uso, pero estaban ahí. Y relucía tu escopeta de caza, la que adquiriste para demostrarle a tu padre que nunca fuiste un maricón.
La tomé sin dudar, era la hora, era tu hora… si me dejaste a la merced, si te escapaste sin más; llevándote la mitad de mi vientre con vos. Era mi hora de convertirme en tu juicio final.
Me acerqué a la ventana, ahí estabas, tan tranquilo como siempre, le hablabas al cuerpo sin vida de Tomás. Pensé que yo era la única que todavía no podía aceptarlo, pero habías llegado demasiado lejos… y ya no había a donde escapar.

Fue lindo ver tu mirada otra vez, Franco. Fue lindo ver tus ojos azules, mirándome fijo; abiertos para siempre, mientras flotabas en aquel sucio bote, camino al centro del lago. 

jueves

Irina



              Te juro, Ezequiel, que si tuviera que soltar tus manos en un momento así, sentiría que una parte de mí se iría para siempre con ellas, en el calor que se escapa en las crudas palabras que tenemos que decirnos.
               Te juro que me gustaría no tener que irme nunca de tus brazos, aunque eso implicara sufrir el malestar de ser amada por vos. No puedo culparte, eras un inexperto así que no sabías cómo reaccionar ante ello, ante un calor sincero y ciertamente puro, quizás yo te pedí demasiado…
               Me gustaría haberme quedado a tu lado, Ezequiel, a tu lado para siempre. Pero vos no me veías a tu lado, sino que siempre me colocabas detrás.
               Me voy, hace rato que me fui yendo de mí, pero no me podía ir de vos.
               No entiendo porque elegiste irte, Irina. Sé que nunca fui el mejor novio, quizás me quería más a mí de lo que te quería a vos… pero hice lo posible por ser algo decente para estar con vos, para tenerte.
               No me podes dejar, Irina, no tenes derecho a hacerlo. ¡Volvé acá, Irina! Yo no sé quién te metió en la cabeza la idea de que me podes abandonar, sólo yo puedo, yo soy quien va a decidir cuándo se termina nuestra relación; si es que decidiera que esto debe terminarse. No me obligues a ser violento, sabes que no quiero hacerlo… no me gustaría ser eso otra vez, Irina. Es tu culpa que lo sea. No me mires con esos ojos, dejá de llorar, porque esto fue lo que vos provocaste.
              Irina… ¡Irina! Respondé. Encima que te fuiste, ahora no me respondes… ¡Abrí los ojos, dejá de dormir! ¿Cómo podés dormir cuando yo te estoy hablando? Deberías estar haciéndome feliz… ¡Irina!
              Yo no sé quién te metió en la cabeza esas ideas de que podías ser libre, si vos siempre fuiste mía, Irina... no puedo creer que sigas durmiendo. Estás pálida, además… ¿Te sentís bien? Seguro es psicosomático, te enfermaste por dejarme. Si, debe ser eso.
              Estoy cansado de vos, de que no me respondas, que no te bañes… debe ser por eso que este lugar está empezando a apestar. Además, seguís estando muy pálida, Irina, ¡No me hagas preocuparme! Hace más de 10 días que no hablás… ¿Te sentís bien?
             ¡Vos me obligaste a ser violento, Irina! Es lo que vos te buscaste… yo sólo quería lo mejor para vos. Y lo mejor para vos era dejarme, entonces lo hice. Te ayudé a dejarme, dejando la vida a su vez.
            Sólo yo puedo, yo soy quien va a decidir cuándo se termina nuestra relación; si es que decidiera que esto debe terminarse…

martes

Shikurai

Se pasó toda la noche preguntándose cuando dejaría de llover. Odiaba la lluvia, porque le recordaba al llanto que nunca fue capaz de desplegar desde su más tierna infancia. Su madre, ignorante de toda pedagogía y carente de cariño real, no le permitía llorar. A fin de cuentas, era un hombrecito, y esa clase de gente no llora, porque sino se vuelven “raros”, añadía mamá. ¿Por qué raros? Eso es algo que él nunca supo. Pero no quería serlo, quería que lo aceptaran como a una persona normal, aburrida e inerte, como todos los que lo rodeaban. Para perseguir ese objetivo, él no lloraba, ni siquiera cuando aquella horrible silueta de unos dos metros de altura lo observaba todas las noches desde los pies de la cama.
Sus ganas de llorar habían ido disminuyendo con los años, incluso se había acostumbrado a Shikurai. Ese era el nombre que le atribuyó a esa especie de sombra que lo perseguía  desde que cumplió los 4 años, y que por supuesto, nadie más parecía notar.
La lluvia no paró. Shikurai nunca paraba, era como esa lluvia, era como el llanto, que seguramente no iba a parar el día que lo dejara salir.
Durante 20 años se preguntó porque lo perseguía. ¿Qué había hecho él para merecer eso? Seguramente había llorado cuando no debía hacerlo. Y la eterna persecución de Shikurai, o Shikku, cómo el le llamaba “con afecto”, era su castigo. Pero esta especie de sombra viviente no le hacía nada. Sólo estaba allí, mirándolo, a una distancia que se reducía cada vez más con el pasar del tiempo.
Sabía que no quedaba mucho tiempo. La distancia entre la sombra y él era apenas la de dos baldosas, sin embargo, ¿Qué pasaría cuando Shikku lo alcanzara? ¿Y por qué esperó 20 años?
Se fue a dormir como todos los días, rutinariamente, para poder despertar temprano e ir a su trabajo en tribunales. Pero esa noche no fue tan rutinaria como solían ser, exactamente a las 3:00 AM, sintió una presión sobre su pecho. Al despertar, pudo ver a Shikku sentado sobre él, era la primera vez que veía su rostro. Los ojos con un extraño resplandor rojizo, no tenían tinte de haber tenido vida en el pasado, como si él ya hubiera nacido muerto. Tenía lo que simulaban ser cuernos de carnero, que parecían pesarle, porque movía su cabeza de un lado hacia el otro; sin despegar los inertes ojos de aquel punto fijo.
Lloró. Hace 22 años que no lloraba. Lloró, se deshidrató por sus lágrimas, que se habían contenido, casi inundó su cama, ya que el alma estaba llena de profundo horror por el peso que Shikurai causaba sobre su pecho. Pero esa presión no duró mucho, porque pronto esa oscura esencia de la sombra comenzó a fusionarse con su piel, que se fue llenando de pútridas verrugas a medida que esa maléfica energía se iba apoderando de él.
La familia encontró su cuerpo tendido en la cama, con quemaduras que había consumido casi toda su piel, sobre todo en el rostro, donde se distinguía una calavera muy blanca, que simulaba sonreír. Lo más llamativo, era la cornamenta de carnero que encontraron debajo de la almohada.
Él no pudo encontrar la forma de escaparse de Shikku. Y no pudo, porque no se atrevió a demostrar que tenía miedo. Todos, absolutamente todos, tenemos a nuestro propio Shikurai. Lo peor que podría pasarnos, es que nuestro propia sombra, seamos nosotros mismos, y las censuras que nos ponemos.

Nadie debe tomar a la ligera a Shikurai. A Shikku. A la muerte oscura.  

sábado

La fiesta.

El teléfono de casa llevaba sonando un buen rato, aunque lo que más se oía era el grito de mamá que aclamaba “¡Alguien atienda ese aparato de mierda!”. Mi hermana mayor fue la que cortó con la seguidilla de campanas, y luego fue a la habitación de mis padres a dar la noticia. Mi prima, Inés, haría una fiesta para celebrar sus 15 años, en un salón en el medio del campo. Si, un hermoso lugar para celebrar.
Nuestros padres nos obligaron a asistir con ellos, puesto que, a palabras de mi madre, “si nosotros tenemos que ir a esa fiesta de mierda, ustedes también van a tener que ir”. Parecía algo razonable, así que aquel 6 de marzo nos subimos al auto para encaminarnos a… quien sabe dónde. Porque a decir verdad, ninguno de nosotros estaba seguro de a que clase de lugar estábamos yendo. Mi tía nos había dado indicaciones de cómo llegar al lugar, pero por un descuido de mi hermana, el papel con dicha dirección había ido a parar a la basura junto con cosas que ni en la basura son bien recibidas.
-                    ¿Estás seguro de que vamos bien, Ricardo? – cuestionaba mi madre, la peor copiloto de la historia.
-                    La verdad que no, Raquel, pero si me estás rompiendo las pelotas cada cinco minutos no puedo concentrarme.
-                    ¡A mi no me hables así! Menos frente a tus hijas.
-                    No pasa nada – dijo mi hermana.- Nada podría ser peor que el hecho de ir a esta fiesta del averno, así que peleen todo lo que quieran.
Por la ventanilla derecha, dónde yo iba sentada, divisé una casa muy vieja a lo lejos. Se veían luces y algunas personas afuera.
-                    La fiesta debe ser ahí, a la derecha. Se ve gente
-                    Ah, claro – dijo papá, convenciéndose de la veracidad de lo que decía.- Acá era donde tu tía dijo que había que doblar a la derecha.
-                    ¿Estás seguro, Ricardo?
-                    No, Raquel, no estoy seguro. Pero no hay nada más que se vea habitado en las cercanías, así que debe ser eso.
Llegamos a la puerta del salón, la mayoría de la gente que estaba afuera estaban fumando habanos, y nos miraron con cara extraña, como cualquiera mira a alguien que desconoce.
El lugar era imponente, aunque algo venido a menos. Hacía a la idea de haber albergado a gente muy adinerada en su momento, aunque quien sabe porque ahora terminó siendo usada para hacer fiestas de niñas que quieren sentirse adultas.
Sin embargo, cuando entramos, el lugar no parecía una fiesta. Había muchísima gente, aunque todos de negro, y tenían expresiones preocupadas. Por un momento pensé que podría tratarse de un velorio.
Una mujer de mediana edad, con largo cabello rubio y un vestido aún más largo que su cabello, se acercó a nosotros.
-                    Buenas noches, los estábamos esperando. Pasen, veo que trajeron algo – dijo señalando el regalo que mi hermana traía en la mano.- Pueden dejarlo en cualquier lado.
-                    Gracias – contestó mi madre - ¿Puedo preguntar cuál es su nombre?
-                    Por favor, no es necesaria tanta cortesía. Pueden llamarme Lust. Se que no me conocían hasta ahora, pero yo si se sobre ustedes. Ricardo, Raquel, Mariel, y la pequeña Analía – dijo dirigiéndose a mi.- Por favor, pasen, están en su casa.
-                    ¿Inés? ¿Todavía no entró?
-                    Ah, ¡Inés! – contestó la mujer sonriendo.- Pronto va a bajar, no se preocupen.
Nos sentamos en una mesa con unas cuantas personas más, todos de negro, todos muy pálidos, y todos afirmaban saber sobre nosotros. Aunque nadie de mi familia parecía conocerlos.
-                    ¿Por qué todos están de negro? – me susurró mi hermana.- ¿Habrá sido un requisito para venir a la fiesta vestirse así? Ni que fuera un funeral
-                    Inés siempre fue muy rara. Quizás les dijo a todos que vinieran de negro, y la tía Jazmín no nos avisó. Hablando de eso, no la he visto todavía… tampoco al tío Diego.
-                    Seguro van a entrar con Inés. Además hay tanta gente en este lugar que podrían estar en cualquier lado
Nuestra conversación fue interrumpida por una música ensordecedora que surgió de la nada, un piano desafinado que entonaba una melodía un tanto siniestra, cómo si fuera la banda sonora de una película de terror de poco presupuesto. De la escalera que se situaba en el medio del salón, vimos bajar a… ¿Inés? Con un vestido enorme, negro, con muchas capas de tul, y un antifaz negro y dorado que cubría casi la totalidad de su rostro. Iba acompañada de quien parecía ser mi tío Diego, con un traje que parecía costar más que la vida de todos los presentes, y un antifaz un poco más modesto de color plata. Todas las personas aplaudieron al unísono, como si lo hubiesen planeado.
Inés… si, debía ser ella, pasaba por cada una de las mesas saludando a los invitados, y cuando llegó a la nuestra mostró sorpresa.
-                    ¡Me alegra tanto que hayan venido hoy! – dijo sonriendo.- yo pensé que lo iban a olvidar
-                    Claro que no, todos estábamos muy entusiasmados por venir a verte hoy – dijo mi papá, mintiendo, por supuesto.
-                    Muchas gracias. Ojalá disfruten la noche, y no olviden volver la próxima semana
Sin más, se dio vuelta y siguió recorriendo las mesas. Todos nos miramos extrañados, ¿Por qué la próxima semana? Se que su familia acostumbraba a las excentricidades, pero no creo que llegaran al límite de realizarle dos fiestas a Inés.
Cenamos casi sin hablar, nadie quería tocar el tema sobre el insólito recordatorio de mi prima. El resto de la noche siguió sin más, y aproximadamente a las  4:30 AM decidimos retirarnos. La quinceañera y Lust nos acompañaron a la puerta.
-                    Me alegra que hayan venido – dijo Inés, ajustando su antifaz con un moño en la nuca
-                    Muy linda la fiesta, Inesita – contestó mi madre. Inés la miró extrañada, y se limitó a asentir con la cabeza.
-                    Nos vemos pronto – saludó la mujer de cabello rubio.- Tengan mucho cuidado al volver.
Volvimos a casa, la noche era muy oscura y fría. A la maniana siguiente, otra vez el teléfono sonaba como si nunca se fuera a callar, y yo tuve la desgracia de tener que atender.
-                    Si, tía, la fiesta estuvo muy bien, pero olvidaste decirnos que había que ir de negro – apuré a decirle antes de darle lugar a que parlotee como un loro
-                    Pero, Analía, llamé para preguntar porque no fueron a la fiesta
-                    ¿Cómo que no? Si estuvimos ahí, es que había tanta gente que no nos debes haber visto, pero hasta hablamos con Inés cuando nos fuimos. Estaba con una mujer que se llamaba Lust.
Mi tía hizo un silencio sepulcral al oírme decir esto
-                    Analía, ¿A dónde fueron? – su voz sonaba preocupada y comencé a asustarme
-                    Doblamos a la derecha en una esquina que tenía un gran aljibe, era una casa enorme que parecía algo deteriorada… ¿Pasa algo?
-                    Analía… no hay nada en ese lugar. La casa donde creen haber estado no existe hace más de un siglo. Era el lugar donde se reunían las brujas todas las semanas. Es a más de 20 Km. de dónde la fiesta de Inés se hizo. 
Mi cara se torno blanca como un papel, y colgué el teléfono sin pensar siquiera en despedirme de mi tía.
Decidí que contarle esto a mi madre le causaría una deficiencia cardíaca, por ende sólo mi papá lo sabe. Volvimos al lugar unos días después del suceso y, efectivamente, al doblar a la derecha en aquel aljibe, sólo pudimos ver unos escombros de lo que en su momento pudo haber sido una mansión que albergaba a gente de mucho dinero…
Y quién sabe, si de haber vuelto a la semana siguiente, no podría ahora formar parte de esa siniestra y eterna fiesta inexistente.






Esta historia, detalles más, detalles menos, es real. Gracias a Ezequiel, que me la contó, por dejarme volverla cuento. 

domingo

No se como olvidarme de ella.

   "No se como olvidarme de ella" solía repetir Estanislao, cargando con el pesar de la partida de su novia, la dulce Carmela. Claro que Carmelita no había sido tan dulce a la hora de su adiós, pero el muchacho prefería recordarla como el puro y cariñoso ángel que le había dado un gran regalo: Haber conocido el amor verdadero.
   Pero como nada es gratis en la vida, él tuvo que pagar un precio por haberse sentido tan puramente feliz, y ese fue el de sentirse puramente infeliz luego.
   "No se como olvidarme de ella" nos repetía Estanislao, cargado con el pesar de la partida de la dulce Carmela.
   Todos tratábamos de hacerle entender que el ser humano no puede olvidarse, sino que deja de recordar con tanta frecuencia. Con el pasar de los días los pequeños gestos van desapareciendo, y sólo quedan en tu mente las gruesas pinceladas de la personalidad del otro. Pasado ya un tiempo prudente, con suerte, sólo recuerdas brutamente sus facciones.
   "No se como olvidarme de ella" se repetía a si mismo Estanislao, mientras se miraba al espejo, con el pesar de la partida de Carmela.
    Pero entre tanto y tanto, entre tanto llanto frente al espejo, el podía ver algo más que el recuerdo de su amor. Podía verse a si mismo, a lo que siempre había sido y había empezado a olvidar. A eso que ahora quería volver a salir.
   "No se como olvidarme de ella" comentaba a veces, cuando se acordaba del pesar que suponía la partida de ella.
   Una noche, Estanislao se fue a dormir con la satisfacción de haber tenido un maravilloso día, y se durmió en paz, sin la necesidad de tener que llorar el recuerdo de la dulce Carmela.
   Anoche, lo invité a tomar un café.
- ¿Seguís sin poder olvidarte de ella?
- ¿De quién?

martes

Cartas para Ludmila.

Primera parte de la historia: Soñando con Nicolás. 

------------------------------------------------------


01 de julio de 2011.

Necesito que nos veamos esta noche, Ludmila. Hay cosas que siento que debo decirte hace mucho tiempo, pero sabes que hay algo viviendo en mi mente que me obliga a callarme todo esto.
   Se que te cuesta confiar en mi desde aquel 5 de julio hace un año, pero necesito verte esta vez.


06 de julio de 2011.
Hace un año que te hice la promesa de nunca dejarte sola. Se que no lo he cumplido del todo, y que no estoy en condiciones de fallar aún más en mis palabras.
Y lo lamento, Ludmila, pero esta vez tenes que entender que necesito tiempo para mi, me perdí a mi mismo hace meses y quiero volver a encontrarme.
Recién vuelvo de verte, aunque fue tan poco tiempo, ya que tuve que irme para resolver los últimos detalles del viaje que voy a emprender. No te lo dije en el momento porque sabía que no me ibas a entender e ibas a comenzar a cuestionarme o sermonearme, siempre velando por mi seguridad.
Esto no es un adiós para nosotros, se que vamos a volver a vernos, prometo (Esta si es una promesa que cumpliré) escribirte siempre que me sea posible.


04 de septiembre de 2011.
Anoche llegamos a Tucumán, somos cinco personas juntas en este viaje, todos consideramos que en el trayecto que vamos a hacer, que no tiene realmente un destino ni un final determinado, podremos encontrar eso que hace tiempo perdimos. A nosotros mismos. Podría contarte sobre ellos, pero se que no van a importarte. Se que muy poca gente te importa, y me siento honrado de ser una de ellas.
Se que no vas a poder escribirme, porque por tiempo indeterminado no tengo un domicilio fijo, pero al menos vas a poder saber de mi.
Anoche soñé con vos, y como alguna vez supe decirte, cuando soñás con una persona es porque ese alguien se fue a dormir pensando en vos. ¿Pensás en mí, Ludmila? Porque yo pienso en vos todo el tiempo.


15 de septiembre de 2011.
Las cosas no están yendo tan bien como esperábamos. En realidad, creo que nadie sabía que esperábamos, pero se claramente que no era lo que nos está pasando.
Anoche, vagando por una de las calles de esta ciudad en que estamos (No puedo recordar cual es, ni hace cuanto tiempo estamos viajando…) asesinaron a uno de nuestros compañeros espirituales. Sin motivo ni razón aparente, simplemente un desconocido apareció en el cruce de caminos de una esquina, gritando que nuestra fortuna ya estaba cantada, y clavó sin más un cuchillo de cacería en el corazón de Martín, uno de nosotros. Luego huyó, sin dejar rastros. Nadie pudo verle la cara.
Martín solo estaba buscando un nuevo comienzo… es tan irónico que su nuevo despertar no sea más que un mórbido final.
Ludmila, a veces siento que no voy a volver de este viaje. Perdoname, perdoname por nunca cumplir mis promesas…


26 de septiembre de 2011.
Anoche volví a soñarte. Pero esta vez eras diferente, no me veías con los ojos de siempre. Estabas triste, no se a raíz de que, no quisiste contarme. Te siento rara, Ludmila, y eso que no puedo sentirte de cerca.
Todavía no estoy muy seguro de donde estamos, en realidad creo que nunca nos movimos de este lugar al que llegamos en algún momento. Sólo quedamos 4, cuando supimos ser 5. Nadie recuerda que pasó con el cuerpo de Martín. Pero al fin y al cabo, todos vamos a terminar como él… ¿No?.
No puedo hacer muy extensa mi carta de este día, porque vamos a participar en algo que en este lugar llaman “ritual de purificación”, para que alcancemos un nivel de tranquilidad superior. Creo que así podré ver, por fin, el camino que tengo que seguir para encontrarme.
Casi olvidaba decirte, Ludmila, que en este extraño sueño, ibas vestida de monja.


10 de octubre de 2011.
Cada vez vamos quedando menos. ¿Recordas que solíamos ser 5? Ahora sólo somos 3.
La noche parece haberse tragado a Belén. La noche de este horroroso lugar en el que estamos.
Tengo miedo, Ludmila. No se donde estoy, apenas puedo recordarme, el único recuerdo que tengo vivo en mi es el del brillo de tus ojos. Pero, por desgracia, ni siquiera ellos me sacan de este tormento.
Por favor, te pido, que cuando leas esto pidas ayuda. Buscá a alguien, a mis padres, aunque me odien… creo que podrían compadecerse de mi. Por favor, Ludmila, por favor…
Por favor ayudame.


28 de octubre de 2011.
A pesar de que somos pocos, y cada vez vamos a ir siendo menos, aún no pierdo la fe de volver a encontrarme.
Se que cada vez vamos a ser menos… este lugar parece consumirse a la gente. O quizás somos nosotros que nos consumimos, hasta desaparecer en el suave viento de la noche oscura.
Te extraño, Ludmila. No entiendo porque aún no enviaste ayuda, siendo que te lo pedí tan encarecidamente. ¿Seguís enojada conmigo por que nunca cumplo mis promesas? Por favor no me juzgues, te necesito en este momento, o la oscuridad me va a consumir a mi también…
Anoche me pasó algo muy extraño, camino a quien sabe donde durante plena madrugada, alguien me preguntó la hora. Era una monja, no medía mucho más de 160 cm, y por extraño que te suene, sus ojos brillaban igual a los tuyos.


01 de noviembre de 2011.
Me desperté súbitamente a las 3 AM exactamente, según indicaba mi reloj de pulsera. Y me dí cuenta… la oscuridad está empezando a consumirme. Este lugar está apunto de llevarme a mi también. Ludmila, aún no puedo entender porque te negaste a ayudarme, pero creo que debés tener tus razones. Lamento no haber estado siempre con vos, como juré ese 5 de julio de 2010. Lo lamento mucho… Ludmila.

---------------------------------------------------------------------

Ludmila no recibió ninguna de las cartas que Nicolás escribió desde el día 6 de julio, puesto que; a pesar de que él pensaba que las enviaba, nunca fue así. Dentro de su delirio, las ponía en un sobre, y las introducía en su mochila. Luego se sentaba durante largas horas al lado de la misma, como esperando que ella las leyera. Y sonreía…


viernes

Las cosas de terceros.

No es lo mejor para vos, te mereces algo mejor, pensá en vos, ¿Y qué vas a hacer el día de mañana?, ¿Y no te vas a sentir sola?, es al pedo que te preocupes, tenés que seguir, tenés que superarlo, tenés que dejarlo, tenés que... se nota que no te quiere, podes conseguir algo mejor, etc, etc, etc.
   Todo ese conjunto de oraciones bañadas en algo conocido como "mala leche" son múltiples de las cosas que me han dicho alrededor de este tiempo, acerca de como manejar mi vida sentimental.
    Y a toda esa gente, me gustaría decirles, que seguramente ellos nunca se enamoraron. Nunca sintieron un deseo real de estar con alguien, de querer estar sólo con esa persona. De sentir que cualquier cosa puede ser aún mejor si se la comparte, de sentir que hasta las cosas más terribles tienen solución, que en realidad nada es tan terrible.
   Supongo que tampoco sabrán que a veces el amor no es sólo gozo, sino que también trae consigo algunos dolores, algunos miedos... pero es muy simple hacerlos desaparecer, sólo se necesita un abrazo, un beso, una pequeña palabra de afecto.
   Hoy, yo podría elegir tomar un camino cobarde, escaparme de esto, de vos, escaparme de nosotros... dejarme a mi atrás, y buscarme un nuevo camino. Es lo que tantos me dijeron... pero ellos no entienden.
   Podría decir que te olvido, meterme una pared frente a los ojos, y hacer como que no veo nada. Borrar todo lo que me recuerde a vos, todo lo que tenga algo de vos. Pero sería imposible, porque sos parte de mi.
   Si, tantos otros habrá tomado ese corto camino, de comenzar a naufragar aguas turbias en busca de algunos besos oscuros que pudieran ayudar a calmar un dolor, aunque en realidad no lo calma, en el fondo sólo lo hace más grande, aunque no nos demos cuenta en un principio.
   Si, podría elegir ese camino... podría decidir ignorarme, ignorar todo lo que siento, tomar el camino del cobarde, y escaparme para siempre.
   Pero hoy, elegí el camino que iba hacie el otro lado. Un camino largo, muy largo. Que cada tanto tiene sombras, que rápidamente se disipan cuando sonreís. Lleno de miedos, de trabas, que poco a poco se van levantando. Lleno, mas que nada, de tiempo.
   Y si alguien me preguntara porque elegí ese camino, pareciendo tan complicado, tan largo y sinuoso... no dudaría en contestar que, al final del mismo, vos me estás esperando. 

miércoles

Las luces.



Estaba en casa, recuerdo que era diciembre, porque mamá ya empezaba con su clásica actitud de “Pedro, el árbol, las guirnaldas, las luces, el pan dulce”, a lo cual yo siempre hacía oídos sordos.
    Sonó el teléfono fijo, era Frida, mi novia. Hace 4 años que estábamos juntos, ella me juraba que sería capaz de morir por mí.
- Mi amor, el 30 toca callejeros, ¿Vamos a ir? – No tardé en contestar que si, le pedí plata a mi vieja, que accedió a dármela después de que la ayudara a poner las luces en el jardín.  A ella siempre le gustaron esas cosas.
  Frida me pasó a buscar esa tarde por casa, junto a Lautaro, su hermano menor, y fuimos a comprar esas entradas que nos iban a llevar directo a agitar rocanroles irresistibles; a saltar y a ver a la banda que por tanto tiempo había sido nuestra estrella, nuestro Dios, nuestra razón.
 Cuando llegué a casa, mamá no prestó mucha atención a mi emoción desmedida, solamente comentaba con papá los sucesos del día en el mercado, mientras él fingía escucharla y estar interesado.
   Creo que pasó una semana, que nosotros solo ocupamos cantando, haciendo un trapo para el recital, y contando los días que nos separaban de ese momento, que marcaría tanto nuestras vidas. Aunque claro, eso no lo sabíamos aún.
  Y nos encontrábamos ahí. En la calle, antes de entrar, un auto con el baúl abierto y fuertes parlantes reproducía la música que en momentos escucharíamos en vivo. Ahí, ese día, 30 de diciembre de 2004, abrieron las puertas de República Cromañón, y se empezó a llenar de cuerpos, gritos y almas desesperadas por volver a salir.
  Había tanta gente, que cerré los ojos. No quería ver, solamente quería sentir. Y pude sentir la música, mi voz mezclada entre las de miles como yo, y la mano de Frida sujetando la mía, dándome amor y haciéndome sentir que el cielo existía.
  No se muy bien que hora era, pero me vi obligado a volver a la realidad por los gritos de mi novia.
  Vi el fuego, y la gente que corría, Frida me llevaba del brazo hacia una puerta, que descubrimos cerrada con candados al llegar a ella.
  Me susurraba al oído, entre sollozos, que no quería morir.
  Comenzamos a correr en la misma dirección que la multitud, mientras veíamos a algunos nadar contra la corriente, gritando nombres que hasta el día de hoy están grabados en mi mente.
  Pudimos salir, la gente desesperada se amontonaba, unos entrando y otros saliendo, algunos no salieron nunca mas…
-  ¡Lautaro! ¡Se quedó adentro, tengo que ir a buscarlo! – Me soltó la mano y corrió al interior, no pude seguirla; de un empujón caí al piso.
Me desperté en la cama de un hospital, con mi familia llorando a mí alrededor, explicándome que mi novia y su hermano formaba parte de esos “algunos” que no pudieron volver a salir.
 Hoy, ya pasaron 10 años, y piso otra vez esa calle. Esa calle que me vió entrar con el alma tan llena, y me vió salir tan lleno de nada.
 Veo la foto de Frida, la de Lautaro, y las de otras 192 personas que estuvieron conmigo y hoy siguen vivos en la memoria de todos los que pensamos en ellos.
 Y cada vez que recorro esa calle, esa misma calle, recuerdo esa luz que vi, ese fuego; que brillaba tanto, casi tanto, como las luces del árbol de mamá. 

FIN

Extrañarte.

   Extrañarte es saberte lejos, pero a la vez sentirte cerca. Saber que pase lo que pase, siempre hay algo de vos que voy a llevar en mi. Y hay algo de mi que vas a llevar en vos.
   Siempre tuve el miedo latente de perderte. De sentir que esa distancia que se dibujaba entre nosotros cual mar, causara el inminente desastre de perderte. Pero es ahora, cuando me toca alejarme nuevamente de vos, que noto que eso es imposible.
   Extrañarte es básicamente lo que más voy a hacer en este momento. Añorar el momento en que te voy a volver a ver. Porque hoy más que nunca, se que te voy a volver a ver.
   Tengo toda mi fe, y mi cariño puesto en vos y en las grandezas que vas a lograr. Porque conozco tu inteligencia, casi tan bien como conozco tu corazón.
    Y podrá sonar trillado, hasta incluso cursi, pero se que siempre te voy a esperar.

martes

Algún día.

Algún día voy a hacer dieta, algún día voy a hacer ejercicio, algún día voy a hacer todas las cosas que postergué, algún día voy a dejar de fumar, algún día me voy a olvidar de vos, algún día te voy a dejar de extrañar, algún día voy a dejar de menospreciarme, algún día voy a ser mas paciente, algún día voy a ser mas comprensiva, algún día voy a dejar de ocupar tiempo de mi vida en preocuparme por gente que no vale la pena.
Algún día.
Pero no va a ser este primero de enero.

Feliz año nuevo.