sábado

La mirada

Cada tanto me gusta recordar
O me cuesta
Me gusta acordarme de tus ojos
De cómo me miraste aquella noche
¿Cómo hubieran sido las cosas si me quedaba?
Ya no había recuerdos de ese horrible verano, sólo era un mal sueño ahora. ¿No lo crees?
Creí que todo estaba perdido. Te había perdido a vos, a Tomás, había perdido incluso lo poco que quedaba de mí. No debiste dejar que me transformara en una adicta.
No me tuviste compasión, fue como si fusilases a alguien contra una pared. ¡Parese derecho, joven, porque lo vamos a matar! Porque me van a matar…
Volví al pueblo a saldar mis deudas, las que había dejado con la gente equivocada. Ya sabés, esos que se hacen llamar “Cj-TJ”, y demás sílabas, que seguro significan poco y nada. Pero para mi era una condena firmada.
Pagué lo que tenía que pagar. Pero ahora debía buscarte a vos, a nuestro hijo, ¿Dónde te lo llevaste? ¿Acaso no soy una buena madre?
Llegué a casa, corrí al cuarto del fondo, ese donde guardamos las cosas que compramos y nunca usamos, como aquel bote para navegar por el lago. Pero también había herramientas. No tenían mucho uso, pero estaban ahí. Y relucía tu escopeta de caza, la que adquiriste para demostrarle a tu padre que nunca fuiste un maricón.
La tomé sin dudar, era la hora, era tu hora… si me dejaste a la merced, si te escapaste sin más; llevándote la mitad de mi vientre con vos. Era mi hora de convertirme en tu juicio final.
Me acerqué a la ventana, ahí estabas, tan tranquilo como siempre, le hablabas al cuerpo sin vida de Tomás. Pensé que yo era la única que todavía no podía aceptarlo, pero habías llegado demasiado lejos… y ya no había a donde escapar.

Fue lindo ver tu mirada otra vez, Franco. Fue lindo ver tus ojos azules, mirándome fijo; abiertos para siempre, mientras flotabas en aquel sucio bote, camino al centro del lago. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario